81 años de Muhammad Alí: El campeón que no quiso ir a la guerra

81 años de Muhammad Alí: El campeón que no quiso ir a la guerra

El 28 de abril de 1967, el campeón de boxeo se negó a combatir en la Guerra de Vietnam y se convirtió en un símbolo de lucha por la paz y los derechos civiles de las minorías.

De Cassuis a Muhammad 

Su nombre original era Cassius Marcellus Clay. Lo había heredado de su abuelo, un esclavo africano que se asentó en la gran América y dejó descendencia en la pequeña ciudad de Louisville, Kentucky, donde Cassius nació un 17 de enero de 1942.

Hijo de una familia de clase media, con padre alcohólico y una madre sostén del hogar, desde niño asoció la idea de usar su cuerpo para buscar justicia: a sus 12 años se anotó en el gimnasio de Joe Martin, un expolicía que daba clases de boxeo, para vengarse de quién le había robado su bicicleta.

Seis años más tarde, peleando en puntas de pie, ganó la medalla dorada de los semipesados en los Juegos Olímpicos de Roma al imponerse por puntos al polaco Zbigniew Pietrzykowski. Su primera gran victoria no hizo que las desigualdades raciales desaparecieran; el campeón siguió sin poder ingresar a determinadas cafeterías y restaurantes reservados para los hombres blancos.

Con Angelo Dundee, su nuevo entrenador, comenzó a perfeccionar su técnica de pegar retrocediendo. Su rápido y ligero movimiento de piernas y sus puñetazos como relámpagos dejaron huella en las retinas del boxeo mundial. “Flota como mariposa, pica como abeja”, decían los expertos sobre su estilo nunca antes visto.

Con su 1,90 de altura y su promedio de 90 kilos, el 25 de febrero de 1964, en Miami Beach, y para sorpresa del mundo del boxeo, le arrebató el campeonato del mundo al imbatible Sonny Liston. Comenzaba la leyenda.

“¡Soy el rey del mundo! ¡Soy el rey del mundo! América, ve acostumbrándote a mí: negro, seguro de mí mismo, arrogante”, gritaba ante las cámaras de televisión Cassius Clay, a los 22 años y con su medallón dorado atado a la cintura. 

Su advertencia no tardó en ponerse a prueba. Su segundo campeonato lo peleó con la identidad que lo convertiría en un símbolo de lucha contra el racismo y a favor de los derechos civiles de las minorías: Muhammad Alí.

Motivado por su admiración a Malcom X, el líder religioso y activista defensor de los derechos de los afroestadounidenses, se unió al islam y adoptó un nombre musulmán. Más tarde, se destanció de su líder y Elijah Muhammad se convirtió en su nuevo mentor.

Tanto en el ring como en las conferencias de prensa, Muhammad Alí respondía con seguridad e ironía a todas las provocaciones. 

El desertor

El 28 de abril de 1967 en Houston, Texas, Muhammad Alí se negó a ser reclutado para ir a Vietnam y le quitaron su licencia de boxeador.

“Mi conciencia no me deja ir a dispararle a una pobres personas en el barro por el muy poderoso EEUU, y dispararles para qué? Nunca me insultaron, nunca me lincharon ni me cazaron con perros. No me robaron mi nacionalidad, por qué dispararles? No quiero dispararles a esas pobres personas oscuras, esos bebés, niños y mujeres, como puedo dispararles? Llévenme a la cárcel”.

Y así lo hicieron. Lo condenaron a cinco años de prisión que pudo evadir pagando una costosa fianza de 10 mil dólares. Le quitaron su pasaporte y la Asociación de Boxeo lo despojó de sus títulos de campeón y su licencia de boxeador profesional. En su apogeo, Alí es obligado a despedirse del ring.

“Ustedes se oponen a mí cuando pido justicia, cuando pido igualdad. Ni siquiera me defiende aquí, en Estados Unidos, por mis creencias religiosas, y quieren que vaya a algún lugar a luchar, pero ni siquiera me defienden aquí en mi país”.

Desde entonces, Ali apeló el fallo del tribunal numerosas veces, pero no fue hasta 1970 que una corte de Texas dictaminó que la condena hacia el boxeador era “arbitraria” e “irrazonable” y al año siguiente, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos le otorgó su condición de objetor de conciencia y lo declaró libre de culpa y cargo.

Cuando Alí regreso a los cuadriláteros, Estados Unidos no había lanzado todavía las bombas de napalm sobre la población vietnamita pero sí había salido a la luz lo ocurrido en la matanza de My Lai (1968), donde las tropas estadounidenses masacraron a mujeres, ancianos y niños, cortándoles las manos, degollando y asesinando a los aldeanos desarmados. Esta hecho conmocionó al mundo y se convirtió en sinónimo de las atrocidades estadounidenses en el extranjero. Ante los hechos, la sociedad norteamericana era cada vez más crítica de la guerra de Vietnam y la figura de Ali fue reivindicada.

En 1974 peleó contra George Foreman en lo que se consideró la “pelea del siglo”. El combate fue seguido por 60.000 espectadores y se retransmitió a medio mundo. Muhammed Alí venció por nocaut y alzó una vez más sus puños en el ring.

El militante

Durante sus años de condena, Alí se dedicó a dar charlas en universidades para concientizar sobre los derechos civiles de la población afroamericana y en sintonía con los movimientos antibélicos. En esos debates, Alí reafirmó sus ideas políticas y su invencible convicción de lucha.

“No voy a recorrer 10.000 kilómetros para ayudar a asesinar a un país pobre simplemente para continuar la dominación de los blancos contra los esclavos negros”.

La guerra de Vietman finalizó el 30 de abril de 1975.

Muhamed continuó pelando y volvió a ser campeón en 1978, convirtiéndose en el primer boxeador en conquistar el campeonato mundial en tres ocasiones. Con 56 victorias en 61 combates, Muhammad Ali se retiró en 1981.

Murió el 3 de junio de 2016, a los 74 años, y con sus manos de acero temblorosas producto del mal de Parkinson.

“Yo no tengo pleito con los vietcong. Nunca me insultaron, nunca me lincharon ni me cazaron con perros. No me robaron mi nacionalidad, por qué dispararles?”, argumentó el tres veces campeón del mundo en peso pesado ante el juez y ante la sociedad norteamericana.